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El editor ejecutivo del New YorkTimes defiende la independencia periodística

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Fuente: Pexels

21 de Agosto de 2023

A.G. Sulzberger comienza un ensayo publicado a inicios de año en el Columbia Journalism Review recordando un momento en el que entendió cuán cuestionada era hoy en día la idea de la objetividad periodística. Durante su primer año como editor del New York Times, en el 2018, le sorprendió comprobar que el viejo modelo periodístico estaba siendo desafiado frontalmente por la dinámica de cubrir a Donald Trump como presidente.

“En ese momento, el país esperaba los resultados de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016 en nombre de la campaña de Donald Trump. Muchos de los críticos del presidente creían que la investigación obligaría a destituir a un hombre al que consideraban no apto para dirigir la nación. También estaban convencidos de que la última salvaguarda contra los incansables esfuerzos del presidente por socavar la investigación era Rod J. Rosenstein, el segundo funcionario de más alto rango en el Departamento de Justicia, quien asumió la supervisión de la investigación cuando el fiscal general se recusó”, recuerda Sulzberger.

El editor del NY Times cuenta que después de meses de publicar informes cuidadosos, dos reporteros de la oficina de Washington del Times, Adam Goldman y Michael Schmidt, descubrieron una historia sorprendente. No había dudas sobre si publicar la historia, pues parecía sere exactamente el tipo de periodismo que el público debería esperar de una prensa independiente. El artículo se publicó el 21 de septiembre. Sulzberger recuerda que recibieron críticas tanto de la derecha como de la izquierda. “La crítica no era tanto que los informes no fueran ciertos, aunque algunos hicieron esa afirmación, sino que la información era demasiado peligrosa para publicarla”, dice. 

En ese entonces, le llovieron críticas al NYT acusando al medio de “poner en peligro la democracia”. Los lectores acusaron a los reporteros de temeridad periodística e incluso de traición. “Supongo que usted argumentaría que su trabajo es imprimir las noticias, sean las que sean”, escribió un lector en uno de los miles de comentarios en línea y cartas al editor que llegaron protestando por el artículo. “Sin embargo, pensar tan estrechamente es una abdicación de tu responsabilidad, y no estoy seguro de que esto sea realmente una noticia. Ignorar las consecuencias de sus historias no es ético y no es un servicio a la democracia. Tiene el profundo deber de considerar si el valor de la noticia vale el daño que hará el reportaje. En este caso, no creo que lo fuera”.

Este episodio llevó a que el editor reflexionara sobre los desafíos que enfrenta hoy la independencia periodística. “Las organizaciones de noticias se están reduciendo y muriendo bajo una presión financiera sostenida. Los ataques a los periodistas están aumentando. Las libertades de prensa están bajo una presión cada vez mayor. Y con el ecosistema de información más amplio invadido por información errónea, teorías de conspiración, propaganda y clickbait, la confianza pública en el periodismo ha caído a mínimos históricos”, reusmió.

En este contexto, insiste, la independencia es el valor más importante. Es decir, la convicción de ir en busca de la verdad y reportar los hechos hasta las últimas consecuencias. “Esos pueden sonar como clichés suaves y agradables de Periodismo 101, pero en esta era hiperpolarizada, el periodismo independiente y los valores a veces contrarios a la intuición que lo animan se han convertido en una búsqueda radical”, agrega.

Para el director de The New York Times Company, la independencia exige a los reporteros que adopten una postura abierta a la búsqueda, a equivocarse. Exige que reflejen el mundo tal y como es, no como desean que sea. Requiere que los periodistas estén dispuestos a exonerar a alguien considerado un villano o interrogar a alguien considerado un héroe. La independencia requiere que se expongan claramente los hechos, incluso si parecen favorecer a un lado u otro. 

Sulzberger reconoce que defender este tipo de periodismo requiere un compromiso firme, a veces incómodo, con el proceso periodístico por encima de la convicción personal. Pero para él, de eso se trata esta profesión. “El periodismo independiente eleva los valores en los que está basada la humildad —justicia, imparcialidad y (para usar quizás la palabra más tensa y discutida en el periodismo) objetividad— como ideales a perseguir, incluso si nunca se pueden alcanzar. Y lo que es más importante, el periodismo independiente se arraiga en una confianza subyacente en el público; confía en que las personas merecen saber toda la verdad y, en última instancia, se puede confiar en que la usarán sabiamente”.

Además, agrega que las críticas en contra de la independencia periodística han llevado a que surja un modelo diferente de periodismo guiado por una perspectiva personal y animado por una convicción personal. Según el editor, muchos periodistas han presentado argumentos a favor de este cambio argumentando que los periodistas son incapaces de controlar sus propios prejuicios y se esconden detrás de una falsa objetividad que enmascara, por ejemplo, visiones liberales del mundo (la crítica de la derecha) o privilegia una perspectiva masculina blanca y heterosexual (la crítica de la izquierda). Otros sugieren que el modelo lleva a los periodistas a hacer que las cosas desiguales parezcan iguales, a veces hasta el punto de racionalizar posiciones peligrosas o sin sentido, en exhibiciones performativas de equilibrio, a menudo ridiculizadas como “falsa imparcialidad”. 

“Algunos argumentan que la postura de la independencia periodística se ha convertido en una justificación egoísta para que los poderosos guardianes protejan los negocios como de costumbre, incluidos los supuestos invisibles y los sesgos que los sustentan. Aún otros afirman que este modelo de periodismo no se corresponde con los peligros del momento, argumentando que más que simplemente describir el mundo, los periodistas deben hacer todo lo que esté a su alcance para arreglarlo”, ilustra.

En su ensayo, A.G. Sulzberger se anima a responder a estas críticas. Primero, por supuesto, reconociendo que es un hombre blanco privilegiado que además ejerce como editor de una de las instituciones de medios más prestigiosas del mundo. Y luego explicando que su defensa de la independencia periodística no proviene de la reverencia por la época dorada del periodismo, sino del conocimiento de la esencia del periodismo.

“El periodismo independiente tiene una afinidad natural y bienvenida con los principios clásicos de la democracia liberal: el estado de derecho, el gobierno honesto, la igualdad de derechos, la libertad de expresión, así como con los principios universales de dignidad humana, libertad y oportunidad. Es por eso que los periodistas tienden naturalmente a inclinarse por historias que arrojan luz sobre la injusticia, especialmente en lo que respecta a los más vulnerables entre nosotros. Pero el periodismo independiente también se basa en la convicción fundamental de que aquellos que buscan cambiar el mundo primero deben entenderlo, que una sociedad plenamente informada no solo toma mejores decisiones sino que opera con más confianza, más empatía y más cuidado”.

Así, A.G. Sulzberger sostiene la idea de que el periodismo independiente es el tónico exacto que el mundo necesita en un momento en que la polarización y la desinformación están sacudiendo los cimientos de las democracias liberales y socavando la capacidad de la sociedad para enfrentar los desafíos existenciales de la época.

Volviendo a la raíz

No es coincidencia que el editor del New York Times defienda la independencia periodística. Al inicio, cuando la compañía fue cofundada en 1851 por uno de los hombres que ayudaron a formar el Partido Republicano tres años después, el diario era abiertamente partidista. Pero eso cambió cuando el pequeño periódico fue vendido al tatarabuelo de A.G. Sulzberger, Adolph Ochs, en 1896. Entonces, Ochs prometió a sus lectores que el Times sería ferozmente independiente, dedicado al periodismo de la más alta integridad y al bienestar público. Su visión era: “dar la noticia con imparcialidad, sin temor ni favoritismo, independientemente del partido, secta o intereses involucrados”. 

Según A.G.Sulzberger, este enfoque ayudó a sentar las bases del modelo que se conoció como objetividad periodística. El defensor más destacado de este término fue el periodista y filósofo público Walter Lippmann, quien argumentó que los periodistas “no deberían estar sirviendo a una causa, por buena que sea”. Reconociendo que los periodistas inevitablemente tienen sesgos personales y puntos ciegos, Lippmann pidió controlarlos mediante la profesionalización de los procesos periodísticos y, en particular, adoptando las lecciones del método científico. Pidió a los periodistas que se centraran tanto como fuera posible en los hechos y buscaran activamente evidencia que pudiera desafiar, en lugar de simplemente confirmar, sus propias hipótesis.

En esta concepción, palabras como objetivo e imparcial no son una caracterización del temperamento subyacente de un periodista individual, como a menudo se malinterpreta, sino que sirven como ideales rectores por los que luchar en su trabajo. “La idea era que los periodistas necesitaban emplear métodos de verificación objetivos, observables y repetibles en sus informes, precisamente porque nunca podrían ser personalmente objetivos”, dijo en 2020 Tom Rosenstiel, coautor de The Elements of Journalism y uno de los principales defensores del modelo. “Sus métodos de informar tenían que ser objetivos porque nunca podrían serlo”.

En las décadas que siguieron, este modelo se convirtió, según Sulzberger, en el enfoque dominante del periodismo estadounidense, enseñado en universidades y practicado en organizaciones de noticias desde el nivel local hasta el nacional.

La independencia en la práctica

¿Cómo se ve la independencia en la práctica y qué opciones requiere de los periodistas?, se pregunta el editor en su texto. 

El director de la compañía que imprime el NYT reconoce que al igual que con otras profesiones que han adoptado sistemas explícitos y normas éticas para apoyar la independencia (la ciencia, la medicina y el poder judicial, por ejemplo), el proceso periodístico no garantiza resultados perfectos. “Los sesgos y las agendas personales aún pueden distorsionar el trabajo que producen los reporteros y editores, al igual que las experiencias personales y los antecedentes de las personas pueden elevarlo”, afirma. Y agrega: “Pero los buenos procesos periodísticos reducen la frecuencia de los errores y crean mecanismos de autocorrección cuando nos equivocamos”.

A.G. Sulzberger se apoya en una cita de su colega Marty Baron, exeditor ejecutivo del Washington Post, para ilustrar esta idea: “El hecho de no lograr los estándares no elimina la necesidad de ellos. No los vuelve anticuados. Los hace más necesarios”. “Y requiere que los apliquemos de manera más consistente y los hagamos cumplir con más firmeza”.

Además, sostiene que la independencia protege al periodismo de ser distorsionado por incentivos comerciales. Por ejemplo, el hecho de que Harvey Weinstein haya sido un publicista durante mucho tiempo en el Times no impidió al diario revelar los abusos que desencadenaron una cascada de denuncias que finalmente lo llevaron a prisión. 

Sulzberger insiste en que las organizaciones de noticias independientes deben esforzarse por cubrir todas las comunidades con respeto, matices y sensibilidad. Eso es especialmente cierto en el contexto de los riesgos y prejuicios que enfrentan las comunidades marginadas o las personas vulnerables. “Pero incluso al hacerlo, el periodismo no siempre reflejará la forma en que estos grupos quieren ser vistos ni enfatizará los temas sobre los que preferirían hablar. Cuando la cobertura presenta a diferentes grupos comprometidos con narrativas directamente conflictivas, por ejemplo, la violencia antimusulmana proveniente de los nacionalistas hindúes en la India hoy en día, es más fácil ver la imposibilidad de cubrir a cada grupo exactamente como le gustaría que se cubriera”, dice.

Eso sí, la independencia no significa que un reportero tenga que ser una pizarra en blanco. A.G. Sulzberger afirma que un periodista que creció en un vecindario donde la discriminación racial o la violencia policial era una preocupación diaria puede aportar un conocimiento y una comprensión invaluables de esos temas.

“Esa experiencia podría conducir a una dosis más saludable de escepticismo de los informes policiales o una mayor comprensión de las formas en que estas injusticias dañan a las comunidades. La independencia solo se ve comprometida si las ideas preconcebidas de un reportero socavan el objetivo de una investigación genuinamente abierta, como descartar todas las declaraciones policiales o minimizar el aumento de la delincuencia. Se sirve mejor al público cuando los periodistas, independientemente de su identidad personal, puntos de vista políticos personales y experiencia de vida personal, abordan cada historia con una mente abierta, listos para buscar información que pueda cambiar las expectativas o presentar una imagen más complicada”, sostiene.

El camino a seguir

Al igual que con la democracia misma, dice Sulzberger, el periodismo independiente se fortalece por la debilidad de las alternativas.

Es decir, el periodismo independiente no es una plataforma neutral. En lugar de simplemente inundar a los lectores con una cacofonía de voces y esperar que la más valiosa salga a la superficie, este enfoque toma innumerables decisiones periodísticas, grandes y pequeñas, que apuntan a guiar activamente a los lectores hacia una comprensión más completa y matizada del mundo basada en hechos. Estas opciones incluyen contextualizar la información, discernir qué voces serían más relevantes para capturar un debate y ayudar a las personas a poner en perspectiva la importancia de un evento.

Pero tampoco es periodismo activista. Es decir, aquel que muestra abiertamente sus inclinaciones, y cuyos exponentes han desempeñado un papel esencial durante más de un siglo al llamar la atención sobre temas, celebrar a las personas y defender reformas que la prensa convencional ignora con demasiada frecuencia. “Hoy en día, muchas organizaciones de noticias de alta integridad están abiertas sobre sus políticas y objetivos, desde Mother Jones a la izquierda hasta The Dispatch a la derecha y una gran cantidad de podcasts y boletines que atienden a todos los temas y puntos de vista imaginables”, admite. 

Sin embargo, a su entender, este modelo de defensa es peligroso cuando se lo trata como un reemplazo del periodismo independiente en lugar de un suplemento. “Poner la ideología al frente y al centro con frecuencia se promueve como más honesto (¿no es mejor anunciar los propios prejuicios que ocultarlos?) y más honorable (¿no es mejor presionar para resolver problemas en lugar de simplemente describirlos?). Pero esto puede avivar la falsa confianza de que las opiniones personales de uno son en realidad verdades fundamentales. Lo que significa luchar por la justicia es diferente para todos. Para algunos significa defender el derecho a portar un arma abiertamente, para otros el derecho de los migrantes a cruzar sin restricciones a otra nación. Pero, ¿cuáles son los hechos acerca de si portar armas hace que las personas estén más seguras? ¿Qué impacto ha tenido el endurecimiento o la flexibilización de las leyes de inmigración en las personas, los trabajos y la cultura?”.

Para el autor del texto, los periodistas, sin importar qué tan sabios y bien intencionados sean, que creen en su propia justicia pueden encontrar que su convicción se endurece de maneras que obstruyen en lugar de iluminar el mundo que cubren. Incluso si los periodistas pueden navegar todos estos peligros, el periodismo impulsado por el deseo de dar forma a los resultados lucha en los momentos inevitables cuando los hechos que descubren entran en conflicto con un objetivo político más amplio que ellos, o su empleador, se comprometen a promover. Y existen más riesgos cuando esos puntos de vista no están motivados por un principio genuino sino por el interés propio o la ventaja partidista.

Por eso, insiste, la salvaguarda más importante de una prensa independiente es una prensa fuerte y sostenible. “Necesitamos construir el modelo de negocios para el periodismo reportado, particularmente a nivel local. Necesitamos asegurar protecciones legales para los reporteros y sus fuentes para asegurar el libre flujo de información al público. Necesitamos abordar la represión cada vez más profunda contra los periodistas en el extranjero, como el reciente arresto en Rusia del reportero del Wall Street Journal, Evan Gershkovich, y el creciente acoso que sufren en casa”.

En sus propias palabras, los periodistas deben recordar que su objetivo principal es seguir los hechos dondequiera que nos lleven, incluso cuando preferirían que no fueran ciertos, y representar de manera justa a todas las personas y las perspectivas. “Es probable que cualquier compromiso sobre esto erosione aún más la ya frágil confianza del público en el periodismo y, en última instancia, obstaculice la capacidad de los periodistas para servir a una sociedad que necesita desesperadamente información confiable. He visto innumerables casos en los que la gente quiere que los periodistas entierren los informes, tergiversen los hechos o acepten la especulación, todo para demostrar su lealtad a una causa superior. En cambio, los periodistas deberían interrogar al mundo con curiosidad, no con certeza. Debemos permanecer escépticos, humildes, inquisitivos, mientras exploramos cada historia, sin importar qué tan bien creamos que conocemos un tema. Deberíamos complicar las narrativas aparentemente ordenadas, abrazar los matices y cuestionar continuamente lo que encontramos”, dice el director de The New York Times Company.

En su opinión, los periodistas deben volver a comprometerse a informar como el servicio más valioso que le brindan al público. Los reporteros deben esforzarse más para ir a lugares desconocidos, reunirse con personas desconocidas y desafiar sus propias suposiciones con perspectivas, experiencias e ideas desconocidas. Y deben reconocer mejor cómo la crítica pública puede mejorar su cobertura. “En el entorno hiperconectado de hoy, la respuesta a nuestro trabajo es más inmediata e intensa que nunca. El aumento de la transparencia y una mayor responsabilidad por nuestros errores y pasos en falso es un cambio bienvenido. Pero la reacción a nuestro trabajo ahora a menudo llega a través de ataques diseñados para intimidar al cuestionar la legitimidad o la moralidad de los periodistas. Los críticos aquí no quieren dejar las cosas claras; quieren engatusar, avergonzar y asustar a los periodistas para que brinden una cobertura más favorable. Al mismo tiempo, los aplausos, como las burlas, pueden usarse para cooptar. Los periodistas que se respetan a sí mismos no siguen las órdenes de los políticos y las corporaciones; deben resistirse igualmente a dar forma a su cobertura para ganarse el elogio de activistas y grupos de interés, incluso de aquellos que realizan un trabajo admirable. Como Dean Baquet, ex editor ejecutivo del Times, suele decir: Los perros guardianes no pueden permitirse convertirse en perros falderos”.

La recomendación final del texto es que los periodistas se enfrenten más activamente a la incómoda realidad de la desconfianza generalizada en los medios. “Tomará años, si no décadas, ganarse a las personas a quienes aquellos a quienes admiran y en quienes confían les han dicho una y otra vez, incluido un ex presidente de los Estados Unidos, que los medios los odian y odian a este país. Pero las organizaciones de noticias no pueden actuar como si fueran impotentes para revertir la creciente desconfianza en el periodismo en general. Necesitan hacer un trabajo mucho mejor luchando por su reputación y explicando cómo toman decisiones periodísticas”. Este trabajo debe verse reforzar por las plataformas de redes sociales, los motores de búsqueda y la ciudadanía. 

“Son los propios estadounidenses quienes deberán insistir en que hay un futuro para el periodismo independiente. En medio de toda la distracción, la confusión y el caos del mundo digital, es más importante que nunca que los ciudadanos desarrollen relaciones con organizaciones de noticias que los informen y desafíen, se comprometan a encontrar un lugar diario en sus vidas para el periodismo independiente y lo utilicen para expandirse. , no simplemente reforzar, su visión del mundo. Si la prensa se aferra a la independencia periodística, estoy seguro de que, con el tiempo, más personas, de todos los orígenes y perspectivas, llegarán a ver el valor de los periodistas que sirven como guías imparciales a través de un mundo complejo en un momento trascendental”, cierra su texto A.G. Sulzberger.