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El impacto de los medios en la salud de las democracias

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pexels

15 de Febrero de 2022

15 de febrero de 2022

La imagen que los ciudadanos tienen sobre los medios públicos de su país afecta la manera en que reciben sus noticias y, eventualmente, la vida cívica y la democracia misma. Esta es una de las teorías que Joshua Benton, fundador del Laboratorio de Periodismo de la Universidad de Harvard, disecciona en un artículo publicado recientemente en el sitio web. 

Benton reseña un libro titulado «Financiando la democracia: medios públicos y salud democrática en 33 países” en el que sus autores, Timothy Neff y Victor Pickard, analizan cómo los sistemas de medios públicos contribuyen a la salud de las democracias en 33 países de Europa, África, Asia, Norteamérica, Medio Oriente y Suramérica a partir de una revisión de datos económicos nacionales, estrategias de financiación de los medios públicos, cifras de audiencias y datos reglamentarios.

La principal conclusión del libro es que altos niveles de financiación segura para los sistemas de medios públicos sumados a “sólidas protecciones estructurales” para la independencia política y económica de esos sistemas se correlacionan de manera consistente y positiva con las democracias saludables.

Según cuenta Benton, Neff y Pickard miden la importancia que los países le dan a los sistemas de medios públicos a través de cuánto dinero, per cápita, gastan en ellos. Especialmente en los medios de radiodifusión. Las cifras publicadas por los académicos, y reseñadas por el fundador del Nieman Lab, son reveladoras. 

Por ejemplo, Alemania gasta 142,42 dólares por persona en sus medios públicos. Noruega gasta 110,73 dólares, Finlandia 101,29 dólares, Dinamarca 93,16 dólares. Por otro lado, el Reino Unido gasta 81,30 dólares, Francia 75,89 dólares y España 58,25 dólares. Estados Unidos, en cambio, sólo gasta 3,16 dólares, por persona, al año, en transmisiones públicas.

Sin embargo, el análisis de los autores del libro no se centra únicamente en analizar los ingresos, sino también los impactos de estas acciones. Es decir, los niveles de consumo de medios en estos países. 

“Los datos de participación de audiencia también muestran grandes disparidades entre los medios públicos del mundo, con una tendencia nuevamente a ser mayor en los países de Europa occidental (por ejemplo, 40 por ciento en Noruega y 35 por ciento en Suecia), pero también en África subsahariana. Los países de América Latina y el Caribe tienen medios públicos con cuotas de mercado mucho más bajas”, reseña en su texto Benton.

Como era de esperarse, el periodista señala que Estados Unidos, en contraste con el poco apoyo a medios públicos, goza de un ecosistema de medios privados que también sirven para que las audiencias estén informadas. Pero, afirma Benton, el problema de esta situación es que “las organizaciones de noticias impulsadas por el mercado actúan de manera diferente a las organizaciones respaldadas por el público”. Y agrega, a modo de ejemplo, que ambos modelos tienen elementos positivos, “pero es poco probable que la BBC comience a promover la ivermectina porque cree que hay una oportunidad de mercado en la extrema derecha”.

 

El impacto en la “salud” de la democracia

De acuerdo con el artículo, en su libro Neff y Pickard muestran correlaciones significativas entre los niveles de financiación de los medios públicos y la salud democrática. En una cita textual del libro recuperada por el periodista se lee la siguiente conclusión: “A pesar de que los ingresos de las organizaciones de medios comerciales cayeron precipitadamente en las últimas dos décadas, los países con sólidos sistemas de medios públicos mantuvieron posiciones sólidas en las clasificaciones democráticas. Sin embargo, Estados Unidos pasó de ‘democracia plena’ a ‘democracia defectuosa’ en 2016 y ha seguido cayendo desde entonces. Tales patrones, si se entienden ampliamente, pueden obligar a los ciudadanos estadounidenses, y especialmente a los formuladores de políticas públicas, a reexaminar los supuestos comúnmente aceptados sobre las relaciones entre los subsidios a los medios y la democracia”.

La afirmación de que la falta de subsidios a medios públicos contribuya a generar una ‘democracia defectuosa’, sin embargo, es cuestionada por el periodista. Para Benton, no está claro qué viene primero, y se pregunta: ¿será posible que exista poca financiación para medios públicos, precisamente, porque en Estados Unidos tenemos una democracia débil antes de pensar que tener una democracia débil sea una consecuencia de la falta de financiación a medios de información de carácter público?. 

Al final, concluye que más allá de ese debate es evidente que cuanto más se vea la gente de un país como parte de un todo unificado, más probable será que financien programas sociales más generosos. “No sorprende que los países escandinavos (lugares de relativa unidad en términos de raza, religión e idioma) financien estados de bienestar más grandes y medios públicos más sólidos. Y tampoco sorprende que, a medida que esos países se han vuelto más diversos, sus redes de seguridad comienzan a romperse”, señala para apoyar su idea.

Por eso, dice Benton, es importante financiar medios con dineros públicos pues esto “haría cosas maravillosas para crear comunidades más informadas y comprometidas”. Pero es aún más importante lograr cerrar las brechas que dividen a las sociedades y que condujeron, inicialmente, a la desfinanciación de esos mismos medios.