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El periodismo y la vocación periodística

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09 de Febrero de 2021

8 de febrero de 2020

Las palabras de Pedro Vaca Villareal, Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el Espacio de Escucha de Periodistas organizado por la Comisión de la Verdad, la Flip y el Proyecto Antonio Nariño con el apoyo de la Unión Europea, en la antesala del día del periodista en Colombia, constituyen una profunda reflexión sobre el periodismo y la vocación periodística.

“Un saludo especial a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad extensivo a todas y todos los que participan y asisten a este espacio de escucha.

Para mi no solo es un honor, es un acto de amor, poder dirigirme a ustedes. A quienes por tanto tiempo tuve tan cerca y a quienes desde la distancia sigo admirando, reconociendo y criticando. Porque criticar es una forma muy honesta de amar.

Desde que me invitaron a este espacio he pensado qué orden dar a esta intervención, no soy una persona de escribir lo que va a decir, siempre me ha entusiasmado el vértigo de la escena y el reto mental que implica hilar argumentos al calor de un debate. Pero este espacio a mi me resulta ceremonial, lo he esperado muchos años y hoy con menos equipaje en la maleta quisiera compartir una reflexión que espero pueda caer en terreno fértil de un país que le debe mucho al periodismo, pero también de un periodismo que le debe mucho al país.

Quisiera en primer lugar ofrecer brevemente una mirada de la relación de la sociedad colombiana con su periodismo, de ahí pasar a la relación del poder colombiano con la prensa, para profundizar en lo que en mi parecer podrían ser unas claves para dimensionar los impactos del conflicto sobre el periodismo y la democracia, y sus intermitencias, y sus intensidades que varían tanto dependiendo del quién, dependiendo del para quién y dependiendo de dónde.

La relación de la sociedad colombiana con su periodismo puede esquematizarse en dos premisas.

El consumo de medios sin capacidad de asombro o sorpresa, que básicamente consiste en tener conclusiones preconcebidas sobre la realidad en las cuales la apreciación de los medios no se hace para descubrir algo nuevo, sino que persigue con mucha pasión la confirmación externa de las conclusiones propias. Acá creo se ancla una parte importante de los desafíos presentes y futuros de la democracia en Colombia.

En el otro extremo hay audiencias de medios que aceptan —y valoran— que el periodismo rete sus propias convicciones, y este es sin duda el campo ideal del periodismo: ofrecer a las y los espectadores un punto de vista no tan obvio que escapa a su mirada inicial y que puede confirmar, modificar, modular o dejar intacta la comprensión del entorno.

Yo entré a trabajar para el periodismo colombiano siendo un completo escéptico sobre los medios. Diez años después una de las cosas que más le agradezco al periodismo colombiano fue darme la oportunidad de acercarme a sus historias y que estas me hayan transformado, una cosa es decir que “estamos en desacuerdo pero defenderé tu derecho a decirlo” otra cosa es hacerlo, y eso es la FLIP.

Entre más pasan los días más confirmo que la salida a nuestra guerra pasa por la libertad de expresión, pero no solo pasa por invocarla, pasa por entenderla y garantizarla, para las personas con las que se tiene identidad, y para con quienes se tienen profundos desacuerdos.

Paso al segundo punto. La relación entre poder y periodismo. Cuando hablo de poder me refiero a la noción más amplia de este concepto, el público y el privado, el legal y el ilegal, el que cree en la democracia y el que no.

Esta relación entre poder y periodismo podría esquematizarse en tres facetas. La aspiración de amplificación (que es una forma elegante de evadir la palabra propaganda), la aspiración a restar importancia a un hecho relevante (que es un eufemismo de las censuras) y la aceptación del escrutinio que es la única variable democrática de esta ecuación. Necesitamos excluir los poderes ilegales y autoritarios, tanto como que los poderes privados y públicos abracen el periodismo que los escruta y les hace vigilancia porque son asuntos de interés general.

Cierro con el tercero, periodismo y conflicto. Acá me salen 5 pensamientos, y pasaré a enunciarlos cada uno con más amor que el anterior.

1. Una parte considerable de los horrores del conflicto los vio la prensa, los registró, los denunció. La primera palabra para la prensa colombiana en su relación con el conflicto es un GRACIAS con mayúsculas. Llamémosla prensa como memoria, sin la cual mucho de lo que se sabe no se sabría.

2. En algunas ocasiones el periodismo dijo pero fue castigado por su trabajo. En casi todas las ocasiones en las que se atacó al periodismo no hubo abrigo estatal, la prensa ha padecido el frío de la impunidad tanto como la gran mayoría de víctimas del conflicto. Algunos de los castigos se normalizaron, pareciera que los organismos de inteligencia tienen como tarea corriente el husmear actividades legítimas como el periodismo sin que hacerlo traiga mayor consecuencia. Pareciera que quien habla de más en zonas remotas se juega la vida. Pareciera que el mejor mecanismo para salvar la vida sea el silencio. Llamemos a este segundo pensamiento, la prensa como víctima.

3. Muchas veces, más de las deseables, el periodismo supo —o sabe— de cosas de alto interés público pero no se atreve a decirlo. Por temor a perder la vida o por temor a que decir le cueste seguir haciendo periodismo. Llamemos a este tercer pensamiento el periodismo y su autocensura.

4. Después hay un vasto territorio nacional donde no se dijo, ni se supo lo que se podía decir, porque no hubo y no hay periodismo. Allí pasaron, y siguen pasando hechos que nos importan como sociedad pero que no podemos ver, ni entender, ni valorar o dimensionar porque no hay quién nos los cuente. Llamemos a este cuarto pensamiento las zonas silenciadas de Colombia.

5. Y cierro con el quinto, tal vez el más duro, el que no depende de una sociedad que nos entienda o de un poder que no nos presione. El que solo depende de los y las periodistas. Creo que hay poco aprendizaje colectivo. La prensa está llamada a ser una comunidad en evolución, a estar integrada por las personas con las convicciones democráticas más profundas. Pero nuestro conflicto también ha atrincherado a parte de su periodismo. Aprender colectivamente pasa por la prensa de calidad. Pasa por evitar las seducciones del poder. Pasa por ocupar o recuperar un lugar de referencia social. Pasa por entender con el paso de los años algunas de las vanidades propias que intoxican la pregunta clave que se debe formular. Y también pasa por asegurar colectivamente que el haber padecido violencias no resta importancia al deber de reconocer y resarcir cuando también se han ejercido violencias. Esto cobra especial importancia cuando son violencias de género.

Si el 10% de las reflexiones privadas de las salas de redacción se trasladara a un plano más colectivo y pudieran derivar en acciones de mejora y aprendizaje, estoy seguro que la sociedad valoraría más el esfuerzo de la prensa y que los poderes lo pensarían dos veces antes de hacer la llamada fácil que modifica un titular y castiga la correcta osadía de un periodista de contar lo que ve. Llamemos a este pensamiento el déficit de aprendizaje colectivo de la prensa.

Quiero creer que el trabajo de la Comisión de la Verdad ponderará algunos de estos pensamientos. En las garantías a la democracia está una parte considerable de la paz. En la libertad de prensa se juega el derecho a una sociedad informada. Yo le debo todo al periodismo colombiano. Y el periodismo colombiano siempre contará con lo que yo le pueda aportar.”

Pedro Vaca Villareal
Relator Especial para la Libertad de Expresión
Comisión Interamericana de Derechos Humanos
OEA