
19 de Mayo de 2025
"No escribimos porque seamos valientes. Escribimos porque el silencio no es una opción. Preservamos la memoria de quiénes somos —para nosotros y para el mundo." "En un mundo donde la desinformación se propaga más rápido que la verdad —donde las máquinas pueden imitar voces y rostros humanos— el periodismo real es nuestra última línea de defensa." Oksana Brovko.
Discurso de Oksana Brovko, Directora Ejecutiva de la Asociación de Editores Regionales de Ucrania, en la ceremonia de entrega del Premio Pluma de Oro de la Libertad de WAN-IFRA, en el marco del Congreso Mundial en Cracovia, a los medios ucranianos por su valor en el cubrimiento de la guerra, la lucha por la libertad de prensa y el derecho a la información, y la persecución y violencia de la cual han sido objeto.
Gracias. Hoy me encuentro aquí —con un temblor en la voz y un profundo sentido de responsabilidad en el corazón— porque este premio no se trata de mí. Se trata de todos aquellos que siguen escribiendo, filmando y contando la verdad, incluso cuando los misiles caen cerca.
Corría el año 1957. Mi bisabuela, Stepanida Brovko, envió una carta al Kremlin, a Moscú. Buscaba a su esposo, quien había sido arrestado por actividades antisoviéticas veinte años antes, en 1937. No sabía que, una semana después del arresto, los verdugos soviéticos lo habían ejecutado. No sabía que nadie le diría jamás la verdad. Simplemente, no perdió la esperanza.
Mi bisabuelo trabajaba en la estación de tren de un pequeño pueblo en la región de Zaporiyia. Por generaciones, nuestra familia había vivido allí desde el siglo XVIII. Hoy, ese pueblo está ocupado por Rusia.
Hoy en día, otras esposas de otros ucranianos arrestados, capturados o desaparecidos escriben las mismas cartas buscando a sus maridos. Buscan sus nombres o rostros en fotos de canales rusos de Telegram, mirando listas de cuerpos devueltos desde Rusia.
Casi 90 años después, la misma tragedia ocurre con mi colega, la periodista ucraniana Victoriya Roshchyna. Fue a los territorios ocupados para documentar la vida bajo control ruso. En 2023, fue arrestada ilegalmente, torturada con descargas eléctricas, apuñalada; su peso se redujo a solo 30 kilos. Luego desapareció. Recién en febrero su familia recibió su cuerpo sin vida, enviado desde Rusia.
Nada ha cambiado. Nada cambiará mientras Rusia exista en su forma actual.
Vengo de un país donde el periodismo no es solo una profesión: es una forma de sobrevivir. Estoy aquí porque sobreviví. Pero eso no significa que esté a salvo. En Ucrania, incluso el silencio es temporal. Y es el silencio lo que más tememos. Porque el periodismo en tiempos de guerra ya no trata de titulares: se trata de aferrarse a la vida misma. Déjenme mostrarles cómo se ven nuestras “noticias”:
“Sin él, nos habríamos quemado” — “un escolar salva personas durante un bombardeo en Sumy.”
“Niños de la región de Jersón llevados a campamentos rusos para ser reeducados por la fuerza.”
“Bolsas negras y blancas: una voluntaria comparte los momentos más oscuros de su trabajo.”
Estos son titulares reales, impresos en periódicos ucranianos el mes pasado. Detrás de cada uno no hay solo una historia: hay una vida destrozada, un hogar destruido. No solo luchamos por territorio. Luchamos por el derecho a llamar las cosas por su nombre.
Esto es guerra.
Estos son crímenes rusos.
Esta es Ucrania independiente.
Somos ucranianos.
No estoy aquí sola. Estoy con cientos de periodistas ucranianos. Algunos siguen informando, otros están presos, otros fueron asesinados, otros nunca fueron encontrados.
A menudo nos preguntan: ¿Cómo soportan esto? Mi respuesta es simple: no escribimos porque seamos valientes. Escribimos porque el silencio no es una opción. Preservamos la memoria de quiénes somos, para nosotros y para el mundo.
No soy solo la directora de una asociación de medios. Soy madre de cuatro hijos que están creciendo en medio de la guerra. Una mujer que revisa la trayectoria de los drones enemigos antes de enviar a sus hijos a la escuela. Y cada mañana me pregunto: ¿Y si esta noche no regreso a casa?
Cuando comenzó la invasión a gran escala, los editores no escribían “Hola”, sino: “Un misil impactó mi casa. ¿A dónde corro?”, “Escapamos de la ocupación. ¿Y ahora qué?”
Con mis colegas, evacuamos redacciones. Conseguimos chalecos antibalas —no para soldados, sino para periodistas. Starlink —no para el ejército, sino para la prensa. Encontramos viviendas, equipos, fondos. Conseguimos papel y lo llevamos cruzando la frontera para que los medios de primera línea puedan imprimir.
Cada redacción que salvamos es un punto de resistencia. Porque cuando los periodistas guardan silencio, los ocupantes hablan en su lugar. Y pagamos por este derecho a hablar, todos los días.
En los últimos tres años, en Ucrania: 332 medios han cerrado, 97 periodistas han sido asesinados —12 durante la cobertura, más de 30 trabajadores de medios siguen encarcelados.
Mientras un periodista en Londres informa sobre un nuevo museo, un reportero en Sumy corre hacia el lugar de un ataque con misiles. Mientras un presentador en Oslo cubre debates electorales, un editor en Kramatorsk —sin electricidad ni internet— lucha por imprimir el periódico del día siguiente. Son realidades distintas. Pero compartimos una misma responsabilidad. En un mundo donde la desinformación se propaga más rápido que la verdad —donde las máquinas pueden imitar voces y rostros humanos— el periodismo real es nuestra última línea de defensa.
Hoy la guerra está en Ucrania. Mañana puede estar en su país. Y una vez más, los periodistas serán los primeros en hablar. Y los primeros en ser atacados. Por eso el periodismo debe estar preparado —en todas partes. Y protegido —en todas partes.
Recientemente hablamos con Lyuba, una reportera de guerra de 20 años de la región de Sumy. Dijo: “Los drones FPV vuelan sobre nosotros constantemente. Mi casco llama la atención. Así que me lo he quitado —para seguir viva.”
Así se ve el periodismo en Ucrania.
Y por eso este premio no es una celebración. Es una responsabilidad.
Anoche pensé en muchas frases de líderes ucranianos por la libertad que podría citar en este discurso, pero decidí usar una cita del alma de Ucrania: su himno.
Душу й тіло ми положим
За нашу свободу
“Pondremos nuestra alma y cuerpo
por nuestra libertad.”
Y eso es exactamente lo que defendemos como organizaciones de medios. Apoyamos a cientos de redacciones locales e independientes para que los ucranianos podamos sobrevivir, no como individuos, sino como nación.
No proporcionamos comida para comer; proporcionamos alimento para la mente.
No luchamos con armas; luchamos contra la propaganda y la desinformación.
Nuestro trabajo es publicar noticias independientes. Y eso es lo que forma la mentalidad de una nación libre.
La libertad no es algo con lo que se nace. No cae del cielo. Hay que luchar por ella —cada día. Con cada palabra. Cada elección. A veces, con la vida.
Ucrania lo está demostrando.
Ahora, más que nunca, necesitamos voces fuertes, claras y unidas: sus voces.
Gracias por estar con nosotros.
Cracovia, Polonia, 4 de mayo de 2025